Ojeando el número especial de EL REBROT sobre el 0,7%, de noviembre de 1996, leo en primera página una frase de San Ambrosio de Milán (siglo IV después de Cristo) quien, dirigiéndose al rico, dice: “… lo que es común y dado para todos, te lo apropias tú solo. La tierra es de todos, no de los ricos…”. Adentrándome en páginas interiores me detengo ante el chiste de Oli, que he elegido para acompañar también este artículo, el cual ilustraba de forma muy gráfica la situación de los países endeudados, trasegando con la deuda y sus intereses: deuda externa, deuda eterna, ¿recordáis?
Esta ilustración me recuerda El Informe Lugano (1999), en el que su autora, Susan George, simula la contratación de nueve consultores expertos multidisciplinarios, para elaborar un informe confidencial sobre la situación del capitalismo y proponer medidas para preservarlo en el siglo XXI.
En él se mencionan las instituciones de Bretton Woods: el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), que durante la crisis de los 90 imponían disciplina económica en el hemisferio sur, las exrepúblicas de la URSS, México y los países del sudeste asiático, hasta entonces soberanos desde el punto de vista económico que, muy endeudados, fueron obligados a aplicar los programas de ajuste estructural concebidos por ellas. Liberalizaron sus economías, privatizaron sus empresas estatales, abolieron controles sobre cambio de divisas, aumentaron su participación en los mercados y la mayoría, además, continuaron pagando los intereses.
Según estos expertos ficticios, se podía seguir confiando en el FMI para que adoptara su “tradicional” línea dura sobre ortodoxia fiscal y mantener la disciplina del ajuste estructural en los países endeudados, desempeñando así un papel decisivo en el proceso de globalización económica. BM y FMI serían vitales para encauzar fondos públicos hacia inversores particulares cuando éstos erraran masivamente en sus cálculos: los impuestos sacarán de apuros no tanto a los gobiernos como a los inversores privados. Pero, eso sí, siempre serán incapaces de atajar o siquiera predecir un eventual accidente económico de proporciones calamitosas.
La crisis del capitalismo internacional, concluyen, se dirige inexorablemente hacia el exterminio progresivo de los excluidos. Es la lógica de la globalización: la lógica del exterminio.
Han pasado casi veinte años. Miremos de nuevo la ilustración. El pobre campesino puede ser perfectamente un españolito, un griego o un portugués del siglo XXI.
Ahora nos está tocando a nosotros.